
*Se hicieron conforme al estilo neoclásico; consagran y bendicen el lunes


El 6 de octubre, en la Fiesta del Beato Juan de Palafox y Mendoza, será consagrado el nuevo altar de la Catedral de Puebla (México), erigida en 1532 como Ciudad de los Ángeles. Ese día serán bendecidos también el nuevo ambón o púlpito y la nueva sede, silla o trono. La consagración y la bendición se realizarán durante una Solemne Eucaristía a las 12 del día.
El Arzobispo de Puebla de los Ángeles, don Víctor Sánchez Espinosa, explica en su carta pastoral titulada Me Acercaré al Altar de Dios, que será promulgada oficialmente el 6 de octubre, que altar, ambón y sede se han dispuesto en armonía frente al ciprés o baldaquino de Manuel Tolsá, de inconfundible lenguaje neoclásico y cuyo tabernáculo es coronado por la estatua de la Purísima Concepción.
Ciprés es un término de uso particular en la arquitectura religiosa de México y que se refiere a una especie de baldaquino o tribuna que forma parte del altar mayor de catedrales o iglesias. Sustentado por columnas y formado por uno o dos cuerpos tiene por lo general un remate cupuliforme y suele contener en su interior la imagen titular de dichos templos.
El desafío no fue menor: armonizar estos nuevos elementos con el estilo del baldaquino y con el conjunto de la Catedral, sin estridencias ni rupturas, de modo que todo respire unidad, sobriedad y continuidad, destaca el prelado.
Los nuevos elementos de la catedral poblana fueron realizados en Verona, Italia, por el taller de arte sacro Arte Poli. Se seleccionaron mármoles y ónices que reproducen fielmente los tonos y vetas presentes en el ciprés de Tolsá; se cuidaron los perfiles y las terminaciones y se adoptó un diseño sobrio y clásico que dialoga con el baldaquino sin competir con su protagonismo, resalta don Víctor.
El resultado es una sinfonía de estilos al servicio del Misterio, destinada a avivar la fe, sostener la plegaria del pueblo y glorificar la celebración del Santo Sacrificio y de la Palabra Divina en la Iglesia madre de Puebla, concluye el Arzobispo.
La Catedral de Puebla tiene su más remota antecesora en una pequeña iglesia que se construyó entre 1536 y 1539. Algunas décadas más tarde, en 1579, se decide comenzar a construir el templo actual.
Sin embargo, sería hasta la llegada a Puebla del más conocido de sus obispos y uno de sus mayores benefactores, el Beato Juan de Palafox, cuando las obras avanzarían seriamente. Así, entre 1640 y 1649 se completaría la mayor parte del templo. El entonces Prelado consagró la catedral el 18 de abril de 1649, antes de partir de vuelta a su natal España. La torre sur de la catedral, la última en ser levantada, se concluyó en 1678.
Uno de sus detalles más imponentes es la Campana María, en la torre norte, que pesa alrededor de 8 toneladas y que cuenta una tradición poblana, fue alzada y colocada en su lugar por los propios ángeles.
El Padre Manuel Fernando Sedano López, Doctor en Sagrada Liturgia y con Maestría en Arte y Arquitectura al Servicio de la Liturgia por el Pontificio Instituto Litúrgico de San Anselmo en Roma, explica que la necesidad de un nuevo altar surge de la reforma y fomento litúrgico propuesto por el Concilio Vaticano II, que planteó una nueva teología litúrgica, que está en función de la comunión y la participación de los fieles.
En el caso de Puebla, recuerda, tras las disposiciones litúrgicas que surgieron del Concilio se hicieron adaptaciones de forma provisional para el altar, el ambón y la cátedra o sede, en lo que se profundizaba sobre la adecuación de estos lugares.
Teníamos un altar de madera, es decir, móvil, teníamos un ambón que prácticamente era un pequeño atril y como cátedra una silla, expone el sacerdote adscrito a la Arquidiócesis de Puebla.
Con las nuevas adecuaciones a la catedral, expresa Sedano López, se expresan tres aspectos fundamentales, primero, la centralidad del altar como punto de convergencia de toda una asamblea que participa del pan y el vino que se consagra; segundo, el ambón aproximado a la comunidad como un signo de encarnación, la Palabra que se encarna, que se introduce dentro de la comunidad y produce gracia; y tercero, la cátedra como el lugar de mediación entre el Obispo, el puente entre Dios y la comunidad, entre la comunidad y Dios.
Sobre la belleza de las nuevas obras para la Catedral de Puebla, el Padre Manuel Fernando Sedano López asegura que a Dios hay que darle lo mejor.
Lejos de responder a una estética de una moda, el nuevo altar, el ambón y la sede apuntan a respetar el contexto artístico-arquitectónico de la Catedral, explica el también profesor en el Ateneo de Sant Pacià en Barcelona, España y en el Seminario Palafoxiano de Puebla.
El ciprés de Tolsá, que es de columnas marmóreas, verdes y doradas, exigía verdaderamente un altar de estas características, de mármol y también de bronce. Porque si no, aquello iba a estar totalmente en una discordancia con el monumento artístico-arquitectónico. Incluso toda la simbología que se utiliza es propia del altar, es propia del ambón y es propia también de la cátedra.
Sobre la belleza de estas obras, el sacerdote mexicano destaca que la gente de fe lo ve como una ofrenda para Dios, y a Dios hay que darle lo mejor. Este es un tesoro de la misma Iglesia y para la misma Iglesia, asegura. Una parte del texto anterior se publica en la Agencia Católica de Informaciones (ACI).
Una gran obra del Arzobispo de Puebla, don Víctor Sánchez Espinosa.
En fin, como escribió Amado Nervo (Nayarit, México, 1870-1919), en su poema Si tú me dices ¡ven!
Llegaré a tu santuario casi viejo,
y al fulgor de la luz crepuscular;
mas he de compensarte mi retardo,
difundiéndome ¡oh Cristo! ¡como un nardo
de perfume sutil, ante tu altar!
raultorress@hotmail.com